miércoles, 14 de septiembre de 2011

Compadece al que cae

Foreman cae ante la mirada de Casius Clay en Kinshasa, en 1974
                                                                        


“Siento compasión por los hombres que pierden”, dice Norman Mailer en los minutos finales del “Cuando fuimos reyes” (1996), que relata el combate entre Mohamed Ali y George Foreman celebrado en Kinshasa, Zaire, en 1974. Podía haberle rematado con su derecha, relata Mailer, cuando el cuerpo de Foreman se desplomaba pasando por delante  del torso de Casius Clay, pero prefirió “la estética del hombre que cae” antes que lanzarle un último golpe que sólo hubiera ensuciado el reconocimiento hacia su adversario, un gran boxeador, Foreman, que después de ese combate cayó en una profunda depresión y volvió a reinar veinte años después. Creo que ese sentimiento impregna toda la obra de Mailer: la comprensión hacia el hombre que cae, sea un pobre asesino o un magnicida loco. En la historia moderna de Estados Unidos no es una posición cómoda. Lo dejó claro en sus libros dedicados al ajusticiamiento de Gary Gilmore (“La Canción del Verdugo”) y al asesino de John Kennedy, Lee Harvey Oswald (“Oswald. Un misterio americano”).De llegar a escribir sobre el 11-S, sin duda su posición también habría sido incómoda.

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